Te creo, confío, y caigo una y otra vez, basta con que me mires, me sonrías o me hables. Me he negado y tratado de reprimir mis emociones y sentimientos, pero al final siempre tengo la maltita esperanza, esa hija de perra que no me deja ser feliz, la que me tortura cada vez que te veo, creyendo en una oportunidad, un sueño, una ilusión…
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